jueves, 7 de mayo de 2015

GIORGIO DE CHIRICO Y LA PINTURA METAFISICA




 
La pintura metafísica surge en Italia hacia 1911. Este movimiento artístico, creado por el genial Giorgio de Chirico bebe de las fuentes simbolistas y es, desde mi punto de vista, la antesala necesaria de lo que posteriormente sería el movimiento del surrealismo.

La pintura metafísica aparece como reacción al futurismo y a la destrucción formal que había planteado el expresionismo. En este sentido la pintura se torna esencialmente estática y figurativa, rescatando la forma y dotándola de un lenguaje metafórico en el que subyace una fuerte carga simbólica.


Chirico: el enigma de un dia

La pintura metafísica es una pintura de sueños. Los cuadros de Chirico poseen una estética inquietante, de perspectivas inverosímiles y llenas de símbolos. Transmite una sensación de misterio y de vacío en un mundo angustioso y carente de comunicación.

Chirico: las musas inquietantes

Este movimiento se le relaciona con ciertas tendencias filosóficas: la fenomenología de Hüsserl y Heidegger o la nueva objetividad practicada por los existencialistas, como Sartre o Camus. Para ellos, un fragmento de la realidad paralizado en un momento y extraído de su contexto permite reconstruir una realidad trascendente, más allá de la propia realidad; este sería el significado de la metafísica. De Chirico, el padre de este movimiento, entendió que la pintura muestra lo real más allá de lo cotidiano. Para conseguir esto, el objeto real no puede ser usado, porque esto lo introduce en la dinámica cotidiana, sino que ha de ser mirado, es decir, extraído de su función: una plaza italiana está para ser atravesada. Si se pinta la plaza repleta de gente, de puestos de vendedores, de animación, se la está usando. Pero si se pinta la plaza tal cual, única, lejos del tiempo y del espacio del resto del mundo, se la está mirando hasta en su más recóndita intimidad, para darle el valor absoluto que le corresponde. Esto es la pintura metafísica, en suma, la objetivación del objeto y, dentro de estos, la figura humana es reflejado como un verdadero objeto también.




Chirico: plaza de Italia



La estética que resulta de esta concepción es marcadamente onírica, como un objeto visto en sueños, lejos de la acumulación y tendente a un vacío que resalte las irregularidades del objeto en cuestión, nítidamente dibujado bajo una luz fantástica, plana, y siempre en un ámbito muy urbano.


Chirico: misterio y melancolía de una calle

Otros autores metafísicos, no tan importantes como De Chirico, fueron Carlo Carrá, Casorati, Sabini, Morandi...
La pintura metafísica explora la vida interior e imaginada de objetos cotidianos, para ello los pintores los representaron en contextos no habituales. Sobre esta premisa lo inverosímil e ilógico parece creíble. Se destacan en el tratamiento pictórico metafísico de los objetos, su solidez, su separación en el espacio y el diálogo secreto entre ellos, así lo condiciona. Para los pintores metafísicos la simplicidad de las cosas ordinarias se convierte en el núcleo central de sus obras, que se transforma muchas veces en un estado más oculto y cargado de metáforas.


Chirico: Héctor y Andrómaca 


Resulta muy clarificador, para entender este movimiento, las palabras de  Chirico cuando expresó:
Hay más misterio en la sombra de un hombre caminando en un día soleado, que en todas las religiones del mundo”.

Chirico: retrato de Apollinaire


No se ha estudiado la influencia de Giorgio de Chirico y la escuela metafísica, por ejemplo, en la estética del rock sinfónico de principios de los años setenta. Desde mi punto de vista existe una visión muy similar en las portadas de muchos grupos de este movimiento, y la impresión que ha pretendido siempre trasladar la pintura metáfisica: sensación de vacío, angustia existencial, seres enigmaticos o estética inquietante. Me vienen a la mente portadas de discos como Nursery Crime, Foxtrot o Selling England by the pound de Genesis, así como Epitaph, The power to believe o  absent lovers de King Crimson. Ahí lo dejo para la reflexión de cada uno. 
 
Lucio Rivas 

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